Opinión Información Contacto


No debemos confundir circo con cultura

Llevamos meses sufriendo los efectos de una crisis que ya no parece afectar solo a la economía, sino que se está extendiendo a ámbitos como el progreso humano y cultural. El botón de muestra lo pone el empujón que está registrando el sector taurino con el regreso de los toros a la televisión pública, tras seis años de ausencia.
 
La falta de público obligó a que el número de festejos taurinos descendiera un 34’5% entre 2007 y 2010, pero la publicidad que trae consigo la vuelta a la pequeña pantalla probablemente suavice, o incluso frene por unos años, la caída a la que está abocada la tauromaquia.


La tortura televisada deleitará a los aficionados al sufrimiento ajeno, pero estoy segura que servirá, también, para engrosar las filas de los defensores de los animales. Y lo digo convencida porque yo fui una de esas niñas que creció viendo las corridas de toros en la televisión del salón, como lo harán tantos niños españoles a partir de ahora.

Recuerdo que llegó un momento en el que mi indiferencia infantil se convirtió en dolor y rabia. En dolor, porque veía sufrir a un ser vivo ante el jolgorio de toda una multitud; en rabia, porque no entendía por qué ese animal tenía que estar ahí, por qué se le tenía que matar lentamente, y por qué existía gente que disfrutaba presenciando su agonía. Llegó una edad en la que las tardes de toros televisados terminaban conmigo encerrada en mi habitación, llorando a lágrima viva con la imagen de un toro moribundo derramando sangre por la boca. Esa imagen no hirió mis sentimientos; al contrario: los reavivó. Si no fuera por ella, quizás hoy no sería socia fundadora de Defensa Animal Zamora (DAZ) y, sin duda, no escribiría aquí estas líneas.

A los taurómacos se les llena la boca denominando a esta barbarie “cultura”. No seré yo quien les prive de utilizarla, entre otras cosas, porque gran parte de ellos no conocen otra. Pero, por mucho que les pese, la tortura de un animal nunca ha sido ni será cultura.
Fuente: blog.pacma.es/wp-content/uploads/2011/07/vi%C3%B1eta-ADN.jpg

Caen la sanidad y la educación pública, caen las ayudas a la vivienda y al desempleo, los jóvenes licenciados echamos la vista al extranjero porque la España que nos ha criado y que nos ha educado ya no tiene sitio para nosotros. Y en esta coyuntura de recortes absolutos llama la atención observar que el taurino es uno de los pocos sectores que se salvan del tijeretazo. Cuentan con 564 millones de euros de subvención anual, a los que ahora se suman los gastos de retransmisión en la televisión pública, y la cobertura informativa diaria en el telediario.

En época de recesión, lo que toca es pan y circo. Nos han dado el circo y, sin embargo, nos sigue faltando el pan…

No hay comentarios :

Publicar un comentario