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Mirador y dinosaurios


Aquel mirador era su rincón favorito de toda la ciudad. Solía sentarse allí a leer, a escribir, a escuchar música, a dejarse llevar por aquel cúmulo de sensaciones que le hacían sentirse libre y desplegar las alas. A veces, imaginaba que no estaba allí sola, que tenía a su lado a alguien con quien compartir sus pensamientos, con quien divagar sobre el cosmos y las estrellas.

Pasaron los años, con sus sueños y lecciones, y una noche de mayo, al sentarse en su rincón de siempre, miró a su izquierda y allí estaba él. Su historia juntos era mucho más larga y, sobre todo, mucho más especial de lo que la gente sospechaba. Pero, ¿qué importa la gente? Allí estaban ellos dos, con sus sonrisas al viento, con sus conversaciones sobre dinosaurios, con sus recuerdos compartidos y sus ganas de sentirse jóvenes. Porque lo eran.

Habían dispuesto las cartas y la vida las había jugado por ellos. Dos veces. Y ahora, mirando atrás desde la distancia, de la mano, todo tenía sentido.

Se acercaba el fin de semana, se avecinaba otra primavera y ella solo tenía ojos para él. Miradores, fotografías, paseos, conversaciones interminables, carcajadas, besos, gominolas para dos… Mientras se vestía para ir a buscarle, una canción de The Cure sonaba de fondo: “It’s Friday, I’m in love”.


Mirador del Troncoso, Zamora. 2010

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