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El arte de arrastrarse

Por motivos de trabajo, de estudios o, simplemente, de la vida, todos hemos asistido a escenas de peloteo y trepismo en uno u otro grado. Ejercer estas disciplinas resulta fácil, sencillo, y para toda la familia. Sin embargo, no todo el mundo está capacitado para llevarlas a cabo con la misma precisión y maestría. 

Requieren la flexibilidad suficiente para arrastrarse por el suelo; la resistencia necesaria para soportar un pié -o unos cuantos- sobre el propio cuerpo el tiempo que se estime conveniente; la carencia de personalidad que permita flotar a un lado o a otro, según las circunstancias y siempre bajo el timón de quien está arriba, nunca siguiendo el criterio propio.

Ver a estos individuos en acción da ganas de reirse -de hecho, yo no puedo evitarlo- pero por triste que parezca, con ellos también se cumple el refrán "Quien ríe el último, ríe mejor". Al menos en materia laboral y de prestigio, ellos siempre llegarán más lejos. Hay ciertos puestos a los que sólo se accede agachándose o arrastrándose.


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