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El efecto Pigmalión

Las expectativas positivas conducen, a menudo, a realidades favorables a la persona, del mismo modo que las negativas pueden lograr el efecto contrario.
La psicología bautiza a este fenómeno con el nombre de “efecto Pigmalión”, en honor al escultor homólogo cuya historia se recoge en la mitología griega. Según las Metamorfosis de Ovidio, Pigmalión llegó a enamorarse hasta tal punto de una de sus mujeres de piedra, que esta se convirtió en una persona de carne y hueso.

Los psicólogos Robert Rosenthal y Leonor Jacobson llevaron este planteamiento a las aulas, para comprobar hasta qué punto influía en el rendimiento académico de los alumnos. A primeros de curso, realizaron un test de inteligencia a todos los estudiantes y, sin mirar los resultados, seleccionaron al azar a un número de alumnos, cuyos nombres dieron al profesorado explicándoles que era de ellos de quienes mayor progreso se podía esperar.

Pasados ocho meses, el psicólogo regresó al centro para plantear, exactamente, el mismo test, y comprobó que los niños que se habían descrito al profesorado como niños de “gran porvenir” habían mejorado su coeficiente cuatro puntos por encima del resto de la clase. En palabras del propio Rosenthal: “Los niños se vuelven más listos cuando los profesores esperan que se vuelvan más listos”.

Quizás por eso el futuro de la educación radica, más que incrementar o recortar los gastos, en perseguir la formación de profesores que realmente sepan motivar y tratar a sus alumnos.


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