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Fiestas y animales

Es en las fiestas de muchos pueblos donde mejor se puede dar uno cuenta de lo poco que ha avanzado la mentalidad social con el paso de los siglos.

El evento estrella en tantas localidades de la provincia -como en el resto de España- está relacionado con el ejercicio de la violencia hacia un animal, habitualmente, el toro (aunque tampoco se libran caballos, cabras, cerdos, gallos…). En el escenario fijado para la tortura, se reúne, siempre, lo más granado de la comarca, lo más selecto y valiente. Ver imágenes de estos “espectáculos” me recuerda a una frase que dice: “El coso taurino es el lugar donde se reúnen decenas de cobardes alrededor de un único valiente: el toro”.

La principal ventaja del ser humano, como especie, es el disfrute de un intelecto desarrollado que le permite llegar, con su razonamiento, más allá que ningún otro animal. Nacemos completamente desvalidos y necesitamos años para valernos por nosotros mismos. No tenemos garras, ni alas, ni veneno, ni caparazón, ni una mandíbula poderosa. Solo nuestro cerebro nos ha permitido sobrevivir.

Así que estaría genial que lo empleáramos un poco más a la hora de divertirnos; al menos lo suficiente como para dejar de hacerlo a costa del sufrimiento de otros seres vivos. Entre otras cosas, porque la necesidad de pasar el rato ensañándose con el inocente, con el animal desprotegido y desarmado, deja entrever un alto grado de insatisfacción y de impotencia, en otras tantas facetas de la vida.


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